La forma-pleno como práctica de la política radical: cinco hipótesis desde el movimiento estudiantil

Por: César J. Pérez Lizasuain*

Intervención en la actividad “Debate: Perspectivas de lucha en el movimiento estudiantil” organizada por el Movimiento 7 de Mayo y celebrado en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico el 24 de junio de 2015

*ENT_# = Entrevista realizada por el autor a estudiantes de la huelga de 2010.


Introducción: ¿Qué son los plenos o plenarias?

Marcado por un fuerte principio asambleario, el Pleno era “una organización, un organismo político” (ENT_4) para la toma de decisiones de todos los componentes del movimiento estudiantil. Hubo un gradual desenvolvimiento de la estructura base de los Comité de Acción Estudiantiles (CAE) hasta llegar a la constitución de los llamados Plenos. Los Plenos se componían primariamente de todos los estudiantes activos en la huelga y que ocupaban el campus universitario. Los Plenos se convocaban con regularidad, ya sea cada 2-3 días, o bien cuando fuera necesario y las circunstancias lo ameritaran. Así lo describe la ENT_6: “Se convocaban, todas las decisiones se tomaban a través de Plenos. En los plenos todas las personas que estábamos en los portones, todas teníamos que ir. Era una obligación ir al Pleno. Entonces solamente se dejaban encargados por turnos a 1-2 personas . . . en el portón. Los demás tenían que estar discutiendo . . . con el resto de los estudiantes que estábamos en huelga”.

El Pleno se constituyó como un foro de participación amplia en los campus del Recinto de Río Piedras y del RUM durante el transcurso de la huelga universitaria. En tal estructura solamente se llevaban cuestiones centrales como, por ejemplo, las estrategias a ser adoptadas frente a la represión policial y al proceso de negociación con el Estado y las autoridades universitarias. De igual modo, se tomaban decisiones sobre las estrategias de comunicación y usod e redes. “El Pleno, era más bien el foro máximo de esa organización. Un lugar donde cualquier persona podía ir . . . Se discutían problemas centrales” (ENT_7).

En ese sentido, el Pleno no tomaba determinaciones locales, o bien, no asumía un rol absolutamente dominante en la división de poderes entre las instancias respecto a los CAE o a los Comités de Portones. Es decir, no suplantó la toma de decisiones desde esos foros locales. El ENT_4, estudiante del RUM en ese momento, define al Pleno como un “organismo superior, el organismo deliberativo superior era el Pleno, en el que se supone que todos los estudiantes que estaban en la huelga participaran.” La “superioridad” del Pleno se daba en la medida en que la participación en la toma de decisiones era plenaria, amplia, participativa y deliberativa. Pero no tenía jurisdicción directa sobre las decisiones locales en los CAE, que se transformaron en los Comités de Portones a partir de la ocupación de los campus universitarios. En el Pleno se llevaban a discusión las deliberaciones de los Comités de Portones.

El Pleno, finalmente, se constituyó “como una asamblea de huelguistas que se reunía cada vez que hubiese necesidad. Pero, normalmente se reunía cada 2 o 3 días. Entonces . . . la dinámica se dividía como los portones, cada portón tenía su propio campamento. Y, bueno, entonces en cada portón se daban las discusiones internas, se establecían las reglas de convivencia por portón; no había una regla de convivencia a nivel de recinto. Pero todos los estudiantes participaban a la vez del Pleno [y] de los diferentes portones”.

En una palabra, el Pleno fue el organismo de participación directa de todos los componentes de la huelga estudiantil de 2010 y, a su vez, base y fundamento de legitimidad para la toma de decisiones en el seno y dirección del movimiento estudiantil. Su forma amplia, inclusiva, litigiosa y deliberativa sentó las bases para su eficacia, tanto al interior del movimiento estudiantil como de cara a las audiencias estudiantiles y ciudadanas.

Ahora bien, propongo 5 ejes de discusión para pensar como propuesta política la figura del Pleno, o lo que llamo la forma-pleno, en el contexto puertorriqueño:

  1. Comenzamos con la rabia, con declarar a viva voz aquello que nos indigna

No nos gusta cómo va la universidad. No nos agrada la manera en que han manejado los fondos de la Fundación Nacional de Ciencia. No nos parecen justas las instancias de gobierno en la universidad y la exclusión de la mayoría de la comunidad universitaria de la toma de decisiones. No vemos justo el encarecimiento de la educación pública y privada en la Isla. Nos parece absurdo que solamente en Estados Unidos se haya generado una deuda estudiantil de más de un trillón de dólares. No nos gusta que la riqueza nacional producto de nuestro trabajo se destine mayoritariamente a pagar una deuda a la que no hemos consentido ni pedido. La deuda es de los que nos mandan-mandando, pero no de nosotros. No nos gusta que exista en estos momentos 19,564 propiedades, muchas de ellas hogares de familias, a punto de ser ejecutadas por el sector bancario en Puerto Rico. No nos gusta que una madre soleta con tres hijos en Bayamón se quede fuera de su casa. Nos molesta que una pareja de ancianos corra  la misma suerte. Despreciamos a nuestro sistema de salud que utiliza nuestro cuerpo como espacio para la especulación económica en beneficio de las aseguradoras privadas. Aborrecemos las medidas de austeridad o desposesión que impactan a la mayoría de la gente mientras hay dinero para repartir en contratos. Entonces – como señala el sociólogo J. Holloway – gritamos, negamos y rechazamos aquello que no nos gusta. La rabia, la indignación, la negación de lo que creemos injusto e indigno, nos congrega, nos convoca, nos junta.

  1. La forma-pleno es la propuesta: revisitando el concepto de la política y la democracia
Pleno
Foto de Ricardo Alcaraz, Periódico Diálogo, 8 de febrero 2011. Pleno celebrado durante la huelga estudiantil de 2011.

Pero la rabia por sí sola no da para mucho. Su fuerza se extingue con facilidad. La rabia hay que gestionarla y siempre debe ir acompañada con una afirmación. Es lo que ustedes han insistido desde 2010: la rabia se acompaña con “propuestas”. Pero me preocupa lo que quizás estemos entendiendo por “propuestas”. La dialéctica-afirmativa de la rabia no puede quedar encajonada en propuestas para reformar legalmente aquello que nos indigna. Aunque a veces podemos obtener victorias legales a nuestro favor, hay una trampa en la misma naturaleza del Derecho: enjaula la lucha, define nuestras palabras y limita nuestras posibilidades de transformación social.

La fuerza política del movimiento estudiantil durante la huelga de 2010 estuvo afianzada en el ethos asambleario que se adoptó como método principalísimo de organización. A esa forma organizativa se le llamó el pleno, plenariala o la “forma-pleno”. En el 2010 se hizo política al convertir este campus universitario en el espacio de convivencia, en espacio de la cotidianidad, en el escenario de lucha. Se hizo política en la medida en que se lidió con las necesidades que naturalmente surgen a raíz de la convivencia y de la prolongada estancia aquí en el campus. Como me decía un compañero estudiante del RUM: ese hacer política aquí en el campus, esa cotidianidad que se llevaba en el campus, creó de facto una pequeña polis o república con sus diversas instancias de gobierno.

De esta forma, sugiero, como afirmaba el compañero Edgardo Román del RUM, que en un momento de “crisis” como la que experimentamos ahora,  la forma-pleno debe ser la propuesta. Pero es más que una propuesta, es un modo de organizar la rabia, y de darle continuidad y durabilidad a la rabia “por otros medios”. Puntualmente, la forma-pleno propone los siguientes elementos para adelantar una política radical:

  • El elemento litigioso: espacio para el disenso, para no rehuir del antagonismo social y para apalabrar nuestra visión del mundo.
  • El decisional: los momentos del pacto.
  • La ejecución: se lleva al plano de la praxis política lo colectivamente acordado.
  • Establece una renovada lógica del mandar-obedeciendo: esto es, una política de la democracia participativa y horizontal; más allá del paradigma de representación históricamente promovido por el liberalismo político.
  • Afirma la “autonomía” como forma de lucha: la creación de espacios de encuentro que abren la posibilidad de recrear prácticas de libertad y sociabilidades radicalmente democráticas y contra-hegemónicas.
  • En última instancia, la forma-pleno se convierte en un laboratorio para ensayar y producir nuevas subjetividades políticas.

Estos elementos, a su vez, producen una renovada concepción del tiempo: se le entiende al mismo como no-lineal, no progresivo. Como señala Boaventura de Sousa Santos, en este tipo de experiencias se produce una dilatación del presente, se rescatan las memorias y saberes de luchas pasadas mientras se contrae el futuro para poder reconocer en el ahora sociabilidades alternativas emergentes. La forma-pleno tiene ese efecto en el tiempo y en la forma de percibirlo. En la forma-pleno hay un momento para pensar y deliberar las diferencias (ampliación del presente), un momento para acordar (apertura del futuro para lo imposible) y otro para actuar (la efectiva ejecución de lo imposible). Ciertamente, la acción política no termina con la ejecución de lo decidido. Sino que se establece una continuidad luego de la ejecución de lo colectiva y litigiosamente acordado. La forma-pleno permite la permanencia y continuidad de la acción política, desde su concepción intelectual (de pensar, litigar, del debatir, del comunicar, del escuchar y la decisión común) hasta su aplicabilidad práctica en hechos concretos. La acción política que instaura la forma-pleno siempre se encuentra en posición de ser criticada, rectificada y transformada. El punto decisivo para la continuidad de la lucha es el encuentro que ensaya la forma-pleno: el recrear permanentemente el necesario espacio para hablarnos, disentir, pactar y decidir.

Por eso, el espacio y el lugar para la política es aquí. El campus universitario es el espacio, por ahora, para la política. No confundamos los eventos demostrativos como las marchas y los piquetes con la política.  La idea de estas manifestaciones es la demostración de fuerza (o debilidad, según el caso). Esto constituye solamente una parte de la política. El hacer-política se da en el orden de interacción vivido aquí en la universidad: creando los plenos, creando nuevas organizaciones, afianzando la autonomía, organizándose de manera alternativa, discutiendo sobre la participación activa de la comunidad universitaria y pensando en cómo radicalizar la democracia a partir de nuestras propias conductas. Se hace política afirmando que otro modo de amar es posible (Comité Contra  la Homofobia en la UPRRP), que es posible trasformar los entendidos tradicionales sobre el género y la sexualidad (Comité de Acción de Mujeres en el RUM), que otra manera de comunicar es posible (Radio Huelga). Hay política porque la resistencia, la racionalidad y la retórica llevada a la acción por la democracia radical, propia de ese hacer asambleario, entra en contacto antagónico con la máquina neoliberal-universitaria. También se da el hacer-política mientras se piensa, se conspira colectivamente, para lograr que esta forma de organizar la rabia salga del campus universitario y penetre en los pueblos, barrios, ciudades, al caserío: a la polis en general.

En fin, la forma-pleno va a negar que la política se encuentra en un solo espacio: sea en el Capitolio o la Fortaleza o en la Milla de Oro, y que se ejerce una vez cada 4 años en las elecciones generales. Por el contrario, la forma-pleno afirma que la política no tiene espacios únicos, que no es una cosa, que siempre es un asunto colectivo, agonista, que es una relación social, que es la forma que asume la democracia radical.

  1. Hay que reconocer al adversario: más allá del liberalismo

El mundo se compone de muchos mundos. A veces estamos en uno, al rato entramos en otro.  A veces somos partícipes de varios mundos a la vez. Aquí estamos en el mundo universitario. Hay una forma de ser y de hacer que le es propio a este mundo y que lo distingue como el “mundo universitario”. Ello quiere decir que hay unas relaciones y unas prácticas sociales que le son propias a este mundo universitario.

En este mundo universitario, sin embargo, hay varios niveles de contacto y relaciones antagónicas. Hay que reconocerlas. Como ha dicho Eduardo Lalo, hay dos mundos universitarios en contacto antagónico permanente: 1) el mundo de la universidad neoliberal: esa que entiende la institución, y los sujetos que la conforman, como máquina empresarial; y 2) el mundo universitario que se implanta autónomamente a través de nuestras prácticas políticas alternativas y que antagonizan con esa primera visión de la universidad. Hay que reconocer a nuestro adversario a partir de nuestro mundo más inmediato. Ahí empieza todo. En nuestro caso es la estructura de mando, de poder, que representa la institucionalidad de la UPR. Y en ese reconocimiento, hay que señalar, la relación antagónica de esta estructura con lo que nosotros pretendemos hacer aquí hoy. Quiero decir lo siguiente: la estructura de mando, que representa la UPR, no es inamovible, tampoco invencible. La misma varía, se transforma, de acuerdo al contacto antagónico de ésta con las fuerzas que le resisten. Lo que se quiere decir es que la lucha comienza en este mundo: intentando descifrar las relaciones de poder, de dominación, de disputar la hegemonía en nuestro mundo universitario. Hay que tener cuidado en querer conquistar otros mundos, mientras se descuida el nuestro. Hay que también cuidarse en defender el modelo actual de la universidad pública. No protestamos por mantener a la UPR tal cual es, protestamos porque queremos cambiarla, y con ella al país. Debemos cuidarnos, por otro lado, en defender lo público sin ser críticos ante este concepto. No olvidemos que la UPR sigue adoptando un modelo empresarial a la vez que va privatizando algunas de sus funciones internas; mientras que formalmente sigue siendo una institución pública.

Debemos reconocer que la UPR es en esencia una de las instituciones más autoritarias del país. Este es el primer contacto, y debe ser pues, la primera ruptura a provocar: no podemos abogar por mantener la universidad tal como se encuentra. Es importante reconocer a ese adversario que es la universidad neoliberal. Para ello sugiero entender y ver dos importantes informes que existen sobre la universidad: el CAFI (2007) y el CAGFES (2011). Con ello pretendemos identificar cuál es la agenda del poder para con la universidad y los actores involucrados en el proyecto de la universidad neoliberal. Uno de estos informes, el CAFI, traza el mapa de ruta, en términos neoliberales, para la UPR a la vez que sugiere la autosuficiencia financiera de la Universidad para depender menos del dinero público. Mientras el otro, el CAGFES, ordenado por Luis Fortuño inmediatamente terminadas las huelgas estudiantiles de 2010-2011, declara abiertamente cuales son los adversarios del modelo de esa universidad empresarial que el poder quiere impulsar. Este último informe, que intenta imponer una política de “pensamiento único” en la Universidad, nos señala a nosotros, aquellas y aquellos que queremos continuar y generar una política radical desde la universidad, como los verdaderos enemigos del progreso y la economía; y siendo enemigos, este informe declara y aboga abiertamente por nuestra eliminación (ya sea cerrando recintos, eliminando departamentos, congelando plazas y presupuestos, ofreciendo menos cursos, aumentando el costo de la matrícula, etc.).

Tendremos que superar al liberalismo y su anti-política del no disenso. Ese mundo de la universidad neoliberal, es el mundo de la democracia en crisis, el de la democracia representativa, que – como diría C. Mouffe – en realidad centra su esencia en propiciar una anti-política del no disenso, que intenta separar a la política de sus verdaderos hacedores, esto es, del demos, mientras la confina a expertos o supuestos profesionales: aquellos que llamamos políticos, tecnócratas, abogados y economistas supeditados a los intereses que impone el neoliberalismo colonial y a la clase intermediaria que gobierna en la colonia. Nuestra obligación es partir del antagonismo social sin negarlo o encubrirlo (ya sea de clase, racial, de género, colonial, entre otros).

  1. El régimen del 52’ es el mundo que heredamos y hay que superar su lógica

El pasado “pleno de la juventud” comenzó con una breve introducción, más o menos histórica, que se remontó a la constitución del ELA en 1952 para explicar la llamada crisis de la deuda pública. Creo que antes de brincar el charco, debemos detenernos a pensar sobre lo que ha representado, en el plano sociológico, la constitución del ELA. De manera muy general, me refiero al régimen del 52’ como un proceso que ha instaurado un marco de entendimiento o de significados en nuestro país desde el cual se desarrolla nuestra vida política. Desde ese régimen se han establecido unos entendidos básicos sobre la economía, el progreso, la democracia, la política representativa, sobre el mando y la obediencia, la organización burocrática, la sociedad civil, el Estado y la dócil actitud ante la subordinación colonial. En resumidas cuentas, ese régimen del 52’ estableció que lo económico y el progreso debían ocupar el corazón de la polis puertorriqueña. Esa idea sobre lo económico se ha desarrollado como un dispositivo de poder, de dominación. De manera que nuestras alternativas político-económicas siempre han oscilado dentro de lógica colonial-capitalista impuesta por el régimen del 52’. Así, el discurso sobre la crisis económica – como bien han señalado J. Butler y A. Athanasiou – instaura una serie de verdades que intentan justificar las medidas de desposesión y austeridad hasta ahora adoptadas por nuestros gobiernos. Y esto crea una falsa noción del estado actual del país: nuestra crisis no es meramente económica y como tal su solución no se limita a cálculos numéricos o ecuaciones económicas evangelizadas por los economistas. Nuestra crisis se centra en las contradicciones del marco de significados que se instauraron en el 52’ (incluso antes) y que hoy día estallan por doquier. La crisis en realidad – coincido con Anayra Santory en este sentido – es, por un lado, la crisis sobre un modelo de la democracia que ha colapsado; y por el otro, las medidas de desposesión indican que la crisis responde, de igual modo, a un modelo de acumulación colonial que ya ha llegado a su tope mientras se va imponiendo uno nuevo (un modelo de acumulación neoliberal y colonial).

En ese sentido, hay que reconocer que cuando entramos a discutir el problema de la deuda pública y de la crisis fiscal, contradictoriamente estamos partiendo desde el marco de significados que el propio régimen del 52’ ha instaurado. Las propuestas allí presentadas nos mantienen atrapados dentro de las reglas de juego del poder. No hay que perder de vista que el marco de significados que instauró el régimen del 52’pudo incluso supeditar parte de los movimientos políticos de oposición o de izquierda, exceptuando algunos movimientos estudiantiles y los grupos armados, de la época: significó la adopción de una resistencia civilizada, haciendo propio un marco discursivo que convalidaba los significados liberales sobre la democracia, las libertades individuales, la libertad de mercado, la economía capitalista, el progreso, la institucionalidad, el derecho y la soberanía.

Una de las demostraciones recientes sobre esta limitación lo ofrece el caso de los llamados soberanistas del PPD: reconocen la crisis aguda por la que atraviesa el régimen del 52’ y por esta razón , contradictoriamente, lo pretenden salvar al igual que sus detractores en el mismo partido. Por eso, los 6 detractores del IVA terminaron cediendo y adoptando unas reglas de juego del que no pueden rehuir. Para esos 6, disentir consecuentemente a cualquier medida neoliberal propulsada por el PPD, como el IVA o el IVU agrandado, hubiese significado que su proyecto soberanista, que es la salvación del ELA, hubiese fracasado: su misión no es salir del marco normativo del ELA, en todo caso su leitmotiv consiste en darle un necesario “update” o una actualización al régimen colonial. La incapacidad del soberanismo es esa: el querer salvar al régimen del 52’ les imposibilita salir del marco de significados que ha impuesto el propio ELA. El propósito del ejemplo es que nos sirva, incluso al mismo independentismo progresista, de caer en lógicas similares.

  1. El objetivo de la lucha es crear un nuevo sentido común

En el mundo de la UPR, sobre todo a partir de la huelga de 2010, se ha comenzado a generar un nuevo sentido común de cómo conducirnos y organizarnos para la transformación política. Partiendo de A. Gramsci, pasando por F. Fanon y llegando al C. Guevara, la lucha por parir un nuevo sentido común es insertarse en la lucha por desquebrajar la actual correlación de fuerzas. El objetivo es  producir una nueva “alma”, una nueva humanidad, producir un renovado y radical sujeto de la política. Este sujeto de la política es producido por la misma situación antagónica que es constitutiva de lo político: el momento antagónico en que se discierne con claridad la división amigo/enemigo. ¿Contra qué o quienes luchamos? ¿Cuál es el rostro del adversario? ¿Qué queremos o deseamos? ¿Qué constituye la figura de un “nosotros”? Por decirlo de otra forma: el sujeto de la política es uno constituido por la misma acción política colectiva y – como dice J. Rancière – “por una manifestación y una enunciación colectiva” que va a declarar un “nosotros”.

Finalmente, la forma-pleno ha sido la propuesta política del movimiento estudiantil para el país en años recientes. Y desde ahí podemos entender que la hegemonía se disputa articulando la resistencia como una práctica de libertad emergente mientras se renueva el marco de entendimiento desde el cual vamos a entender, analizar y procesar el estado actual de cosas con el fin de transformar nuestras circunstancias.

*El autor es doctor en Sociología del Derecho y es docente sin plaza en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

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