Lula: el presidente obrero que cambia el juego geopolítico en Latinoamérica y el mundo

2 de octubre de 2022 – Vitalpolitik.com – Hoy se perfila que el candidato y ex dirigente obrero, Luiz Inácio Lula da Silva, resulte vencedor en las elecciones generales que se celebran en Brasil. Lula lleva liderando las encuestas desde principios de este  año y en las últimas semanas se ha generado la expectativa de que pueda sobrepasar a su oponente más cercano, el ultraderechista Jair Bolsonaro, en la primera vuelta de la contienda electoral.

Why do we demand freedom for Lula? - FREE LULA INTERNATIONAL COMMITTEE

Una victoria de Lula, en primera o segunda vuelta, tendría un significado de peso, tanto para la región latinoamericana como para el resto del mundo, en un momento en donde el escenario internacional se presenta como incierto y cambiante – marcado sobre todo por la guerra entre la OTAN y Rusia en suelo ucraniano – desde el cual se van reconfigurando diversas fuerzas y bloques internaciones. 

Bajo el gobierno de Bolsonaro ha aumentado la violencia política contra los trabajadores, sindicatos y los movimientos de izquierda, ha incrementado la violencia racial en contra de las personas negras, indígenas y la comunidad LGBTTQI+, se ha vuelto a criminalizar la pobreza mientras las fuerzas armadas y el ejército incrementan su radio de acción e intervención en distintas facetas de la vita social e institucional brasileña. Todo ello bajo la permanente sombra que recuerda al golpe de estado en 1964, apoyado por Estados Unidos, y que impuso una dictadura militar que duró hasta 1985. Sombra histórica que el propio Bolsonaro se ha encargado de traer durante la campaña electoral de 2022 aludiendo a que posiblemente no reconozca el resultado de las elecciones presidenciales, levantando, a su vez, el temor de un nuevo golpe de estado (recordemos también que el gobierno de Bolsonaro es un efecto indirecto del golpe de estado contra la presidenta Dilma Rousseff en 2016).

De Lula resultar triunfante en las elecciones el 2 de octubre, se trataría de su tercer mandato como presidente de la república luego de ocupar el cargo entre 2003-2010.  Aunque no hay que obviar las contradicciones y límites de su gobierno, también hay que destacar que su presidencia estuvo marcada por transformaciones sociales importantes en el que los brasileños vieron una reducción marcada de la pobreza. “El nivel de pobreza en Brasil fue evaluado en un 35% en 1999. Más tarde, ese porcentaje declinó: 26,9 % en 2006 y 25,1 % en 2007” ha dicho el investigador Pierre Salama. Se estima, en ese sentido, que aproximadamente 19 millones de personas salieron de la pobreza bajo sus primeros dos mandatos. Además, durante el mismo periodo se crearon 14 millones de nuevos empleos y se registró un aumento en el salario mínimo de un 53.6%.

Más allá de las dinámicas internas de la sociedad brasileña, un tercer mandato de Lula tendría consecuencias regionales e internacionales de trascendencia. En 2010, al finalizar su segundo término como presidente, el gobierno de Lula había logrado hacer de Brasil un referente mundial ubicándose como una poderosa economía emergente, conjuntamente con Rusia, India y China. A los cuatro poderes emergentes se les denomina como el bloque del BRICs (siglas que corresponden a Brasil, Rusia, India y China). Ese posicionamiento como economía emergente a escala mundial se consolidó cuando el gobierno de Lula solidificó el comercio exterior consiguiendo un crecimiento anual de 5.2% mientras aumentaba el superávit comercial de $13,100 millones a $33,300 millones. Como contraste, durante los últimos 9 años, incluyendo al gobierno de Bolsonaro,  la economía brasileña se ha contraído alcanzando un crecimiento que apenas llega al 1% anual; muy similar al crecimiento porcentual de su población, lo que en realidad significa un 0% de crecimiento en materia económica.

La elección de Lula en 2022 se daría bajo un escenario regional e internacional muy distinto. En aquél momento el mundo se adentraba a un conflicto con efectos importantes como lo fue la llamada “guerra contra el terrorismo” encabezada por Estados Unidos y George W. Bush; crecientes movilizaciones sociales de protesta en todo el continente suramericano (Argentina, Bolivia y Ecuador principalmente) que respondían directamente a la crisis provocada por la aplicación de políticas neoliberales; el fallido golpe de estado del 11 de abril contra Hugo Chávez en 2002; y el inicio, con el mismo proceso venezolano, de lo que se vendría a llamar la “marea rosada”: el establecimiento de gobiernos progresistas, incluido el mismo que lideró Lula, durante la primera década del Siglo XXI.

Expectativas geopolíticas: moneda regional, Estados Unidos, China y Rusia

Sustentado en el desempeño de la economía brasileña bajo sus primeros dos mandatos, Lula ha levantado grandes expectativas ante lo que representaría en términos geopolíticos un tercer término como presidente. A escala regional el nuevo gobierno de Lula se uniría a una nueva marea de gobiernos progresistas en la región, reconfigurando el balance real de fuerzas en el continente que favorece el establecimiento de políticas locales y regionales que cada vez se distancian más de las intervenciones e intereses de Washington (quizás con la excepción del gobierno liberal de Gabriel Boric en Chile). Una victoria de Lula sería significativa por dos razones fundamentales: 1) Se da luego de la histórica victoria electoral del primer gobierno propiamente de izquierdas en Colombia, un satélite histórico de Estados unidos en la región; y 2) Con Brasil no se suma cualquier actor regional, se trata de la primera economía de América Latina aportando aproximadamente el 33% del PIB de la región según datos ofrecidos por la CEPAL.

Lula ha dado dos importantes señales a nivel regional: 1) Siguiendo una propuesta del fenecido presidente venezolano Hugo Chávez, recientemente ha llamado a crear una moneda latinoamericana. Aunque Lula no ha sido tan explícito o confortativo, Chávez caracterizaba la creación de una moneda regional como un frente contra la “dictadura del dólar” aludiendo al creciente debilitamiento del dólar a nivel internacional (algo que se ha concretado durante la última década) y a la necesidad de trazar una mayor independencia respecto a la economía estadounidense. La moneda propuesta por Lula se llamaría “SUR” y “sería emitida por un Banco Central Sudamericano, con una capitalización inicial realizada por los países miembros, proporcional a sus respectivas participaciones en el comercio regional” ha declarado Fernando Haddad, ex alcalde de San Pablo y ex candidato presidencial por el Partido de los Trabajadores en 2018; y 2) Tan reciente como el 30 de septiembre pasado, Lula ha criticado al presidente argentino, Alberto Fernández, por haber pactado y asumido el pago de la deuda contraída por el neoliberal Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional: “En esta crisis, en una pandemia vergonzosa, no debería haberle pagado al FMI ni comprometerse con el FMI”, ha sentenciado Lula. Ambas instancias sugieren el establecimiento de una política más independiente respecto a los dictados e intereses de Washington tanto en Brasil como en el resto de la región.

Ciertamente, se podría esperar un proceder pragmático a la hora de establecer las relaciones con Rusia y China. Sin embargo, en cuanto al último se espera un estrechamiento de las relaciones comerciales luego de que surgieran algunas fricciones entre el gobierno chino y el de Bolsonaro alrededor de las presiones que recibió este último por parte del Gobierno de Estados Unidos para cortar relaciones económicas con el país asiático; sobre todo en materia comercial alrededor de la tecnología 5G, vital para las telecomunicaciones. Un estrechamiento comercial entre ambos países se daría en un marco pragmático y de cierta moderación pero en el que “no se puede ignorar el hecho de que China es la economía de más rápido crecimiento y será la economía más grande del mundo para fines de la década” ha dicho Celso Amorim quien fuera ministro de asuntos exteriores bajo los primeros dos términos de Lula como presidente.

En cuanto a Rusia y el conflicto con Ucrania, Lula también ha desarrollado su propia voz distanciándose del coro liderado por Estados Unidos, la OTAN y el resto de Europa a la hora de definir la controversia, pero también conduciéndose con cierta cautela. Dice Lula en una reciente entrevista publicada en la revista estadounidense “Time”: “No es solo Putin el culpable. Los EE.UU. y la U.E. también son culpables. ¿Cuál fue el motivo de la invasión de Ucrania? ¿La OTAN? Entonces Estados Unidos y Europa deberían haber dicho: “Ucrania no se unirá a la OTAN. Eso habría solucionado el problema”. Y añade sobre Zelensky: “Él quería la guerra. Si no quisiera la guerra, habría negociado un poco más. Eso es todo. Critiqué a Putin cuando estuve en la Ciudad de México [en marzo], diciendo que fue un error invadir. Pero no creo que nadie esté tratando de ayudar a crear la paz. La gente está estimulando el odio contra Putin. ¡Eso no resolverá las cosas! Tenemos que llegar a un acuerdo. Pero la gente está alentando [la guerra]. Estás alentando a este tipo [Zelensky], y luego piensa que él es la cherry de tu pastel [el de Occidente]”.

La postura de Lula es muy significativa dado que el resto de los países integrantes de la BRICs, India y China, han adaptado posturas similares e incluso han incrementado sus vínculos comerciales con Rusia en materia energética con aumentos vertiginosos en las importaciones de petróleo y gas. En este marco, cabe destacar que India es un gobierno aliado estratégico de los Estados Unidos. Ciertamente, la postura de India responde a una oferta de petróleo y gas más económica de la que puede ofrecer Estados Unidos y Occidente; sobre todo como consecuencia y el efecto búmeran de las sanciones económicas impuestas contra Rusia.

La elección de Lula podría significar el regreso del gigante suramericano al tablero de ajedrez mundial en el que se podría sumar a los pueblos que claman por un reordenamiento internacional sobre las premisas políticas de la llamada “multipolaridad”. Esto es, como ha destacado el ministro chino de relaciones exteriores en Naciones Unidas: la multipolaridad se basa en el “…no el saqueo y la colonialización. Es un camino de cooperación en el que todos ganan, no un juego de suma cero. Y es de armonía entre el hombre y la naturaleza, no de explotación destructiva de los recursos”. Añade: “Nuestra mayor fortaleza vendrá de la solidaridad […]. Y la única forma de avanzar es a través de la cooperación en la que todos ganan” y la “cooperación Sur-Sur”, también destaca el periodista Ben Norton en su espacio “Multipolarista”.

El tiempo dirá si un futuro gobierno de Lula imitará a sus socios del BRICs: 1) Procurando un mayor estrechamiento en las relaciones comerciales con Rusia y China; y 2) Si se convertirá en otro promotor de la multipolaridad como un renovado fundamento político y económico en lo que ya parece ser una reconfiguración trascendental en el orden internacional.

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